Qué bien sienta quejarse.
Es una de las sensaciones más liberadoras que existen, incluso a veces puede llegar a producir un placer realmente embriagador.
Otra cosa es si realmente nos ayuda, o por lo contrario se trata de una válvula de escape para no afrontar nuestros miedos internos.
NOTA RÁPIDA: Quejarse no es ni bueno ni malo, no hay que estigmatizar la queja. Como prácticamente todo en la vida, tiene su función para cada situación. Toda queja puede llegar a ser una fuente de aprendizaje.
Antes que nada, me gustaría distinguir entre 2 tipos de queja:
Queja terapéutica: me refiero al tipo de queja que, en un momento de tensión, expresamos en forma de lamento para relajarnos y sentirnos mejor. Hablamos de una queja esporádica y que puede llegar a ser muy liberadora en ciertos momentos de conflicto interno o con otras personas. En este caso, hacemos referencia a un tipo de queja puntual.
Un cliente ha rechazado una propuesta en la cual llevas días trabajando. Después de recibir este mal trago empiezas a soltar improperios y groserías para desahogarte. Poco después te vas con tu compañero/a de departamento con más confianza y le empiezas a explicar tu mala experiencia con el cliente (sin dejarlo muy bien parado).
Queja patológica: más que un comportamiento específico, hablamos de una actitud que se repite en el tiempo. En este caso hablamos de la queja que surge cuando algo/alguien en concreto no cumple con tus expectativas. Es una queja que genera un bucle de pensamientos intrusivos, ya que tú mismo los retroalimentas para que terminen formando parte de tu vida personal y laboral. Entenderíamos este tipo de queja como un hábito.
Cada día en la oficina es un infierno. Parece que el mundo esté en contra de ti, como si todos los colaboradores hubieran decidido enviarte sus tareas fuera de plazo. Debido a estas situaciones tan desagradables, decidiste adoptar una actitud de queja constante con cualquier propuesta que se genere en la empresa. No importa de quién provenga. Eso te lleva a quejarte prácticamente por todo, y te cuesta ver elementos positivos en las proposiciones de tus colaboradores.
¿Luchando a diario contra la improductividad de tu equipo? Te invito a leer el siguiente artículo sobre 4 fórmulas innovadoras para gestionar la baja productividad de tus colaboradores.
¿En qué tipo de queja sueles estar más? Fíjate que estos 2 tipos de queja son prácticamente inherentes al ser humano, aunque sólo sea para canalizar la tensión a la que nos vemos sometidos a diario.
¿Son indivisibles e independientes estos 2 tipos de queja? ¡Pues depende! Realmente sí que pueden ser muy diferentes, pero también podrían ser complementarias.
Lo importante es cómo te afecta la queja a tu vida personal y profesional, la queja en sí misma simplemente es una forma de comunicarse.
Si en tu caso crees que te regodeas en la queja patológica más de lo necesario, entonces has encontrado el artículo indicado para transformar tu queja en productividad.
Ahora bien y como casi todo en la vida, tu predisposición a modificar estos patrones de queja depende de ti.
Hasta aquí ninguna novedad relevante.
Adoptar una actitud de queja patológica constante no es un virus, sino que se trata de un hábito que tú mismo has consentido durante mucho tiempo y que ahora está integrado dentro de tus rutinas diarias.
Cambiar este patrón es tu responsabilidad. Sólo tuya.
Ahora puedes estar pensando: "sí, claro. Si supieras todo lo que he sufrido en mi vida y lo mal que lo estoy pasando ahora en mi empresa, seguro que tú también te quejarías como yo".
Todo esto son creencias, nuestra forma de entender el mundo. Si quieres saber más sobre cómo gestionarlas para vivir más en paz en tu trabajo, te recomiendo estos 3 casos prácticos de gestión emocional para mejorar tu productividad.
En este artículo me gustaría recuperar tu parte más constructiva, la que quiere soluciones, sin tener que ir en la búsqueda de lámparas mágicas con genio incluido.
Esta capacidad de asumir tu propia responsabilidad y de llevar las riendas de tu vida, ha sido meticulosamente estudiada en muchísimas teorías de psicología.
Uno de los fenómenos psicológicos que más está relacionado con el tipo de queja patológica es el locus de control, que justamente determina dónde ponemos el foco de la responsabilidad sobre todo lo que nos acontece.
Justamente el locus de control ha sido identificado por la ciencia como el factor más determinante para que una persona tienda a quejarse de forma continuada en el tiempo. Poca broma: según dónde ubicas la responsabilidad de las acciones que te transcurran, tu nivel de queja será totalmente distinto.
Hay 2 tipos de locus de control: el interno y el externo. Las personas con un locus de control interno tienden a buscar en motivos personales cuando se produce en una determinada situación. En cambio, las personas con un locus de control externo creen que la responsabilidad de una situación concreto tiene que ver con otras personas, con la suerte o con el destino.
El locus de control interno nos ayuda a ser protagonistas de nuestra vida y buscar alternativas a la queja. El locus de control externo nos condena a vagar por el universo de la queja constante. Tú eliges.
EL VÍNCULO DE LA QUEJA CON LA PRODUCTIVIDAD
Hasta ahora sólo nos hemos centrado en la definición y el origen de la queja.
Pero no hemos hablado de cómo la queja influye en la productividad.
El nivel de queja de cada persona determinará el grado de afectación a su rendimiento, aunque como siempre existen diferencias según la situación que tengas en la empresa.
La queja patológica es la más destructiva, ya que se convierte en un modus vivendi y en prácticamente una forma de relacionarte con el mundo.
Déjame mostrarte cómo afecta la queja a través de 10 factores que influyen en tu productividad:
Pensamientos en bucle: la queja suele ser una forma de expresar nuestro diálogo interno, una manera de bajar la intensidad de un pensamiento concreto que nos tiene atrapados. Si crees que tu supervisor/a no valora tu trabajo, tenderás a quejarte de sus actitudes a la primera de cambio (y bajo cualquier circunstancia).
Frescura mental (energía): tu capacidad de ejecutar tareas también está asociada con tu nivel de queja, ya que cada una de ellas es un hachazo para tus ganas y tu motivación para realizar una tarea. Si empiezas la jornada y tienes que diseñar la estructura de una presentación, quejarte de tu equipo sólo logrará bajar tu motivación y tu nivel de ejecución para ponerte en marcha con esa tarea.
Calidad del sueño: dormir mal se nota en el grado de irascibilidad de una persona, y eso es un gran potenciador de las quejas cuando algo no cumple tus expectativas. Si no has descansado bien, es más probable que centres tu foco en otras personas más que en tu propia responsabilidad.
Calidad de las relaciones: la queja nutre los conflictos emocionales, ya que alimenta las críticas a otras personas cuando se vuelve un hábito en el trabajo. Si tendemos siempre a quejarnos de otros colaboradores de nuestro equipo, se generará una atmósfera de 'actitud de queja' entre toda la empresa.
Atención y concentración: quejarse es sinónimo de estar disperso, ya que enfocamos nuestra energía en acciones que no podemos controlar. La queja hace que no destines tu atención en completar una tarea, sino que es más probable que tiendas a la multitarea. Si te quejas de la actitud de otras personas, tu atención se enfocará en cómo actúan esas personas, y no en las tareas que tienes que hacer.
Influencia y poder: la queja es una forma de posicionarse, una manera de comunicarse en la empresa. A veces buscamos influir en otras personas con nuestras quejas, para que se posicionen en base a nuestras opiniones de una situación concreta. Si nos quejamos del trabajo de otros colaboradores de nuestro departamento, queremos mostrar nuestra disconformidad sobre la manera de trabajar de otras personas.
Memoria y retención de la información: la queja evita que puedas absorber y almacenar toda la información que recibes. La queja hace que centres tu atención en el exterior, fuera de ti, y eso provoca que no te fijes con tanto detalle de toda la información que gestionas. El exceso de quejas afecta directamente a tu capacidad de concentración.
Empatía y gestión emocional: la comprensión de las emociones de otras personas requiere autoconocimiento y serenidad mental, dos aspectos fundamentales que la queja constante no favorece (para nada). Si te quejas de otras personas es porque en ese momento no estás conectando emocionalmente con ellas, además que alimentas tus pensamientos en bucle sobre cómo deberían trabajar tus colaboradores (otra vez, expectativas no cumplidas).
Creatividad: la queja es un proceso creativo en sí mismo, ya que cada una de ellas es una manifestación de tu pensamiento interior. Activar el proceso creativo requiere energía mental, justo lo contrario que produce la queja constante. Si te has estado quejando toda la mañana, te será bastante complicado pensar de forma diferente a lo habitual (tiendes a reproducir patrones del pasado).
Autocontrol: quejarse de forma constante es un signo de que no eres capaz de regular tus comportamientos y tus emociones. El autocontrol justamente trata de esto, de ser consciente de lo que te rodea en tu trabajo y gestionar cómo te afecta a ti. Si has tenido un encontronazo con un colaborador, es imprescindible rebajar esa tensión y trabajar más adelante por qué sentiste ese enfado. Si te dejas llevar por la queja, tu autocontrol quedará seriamente dañado.
Todos estos factores impactan directamente en la productividad personal.
Llegados a este punto, la queja no es simplemente un hábito que podemos modificar. Realmente la queja es un hábito muy peligroso que puede afectar nuestro rendimiento de forma drástica.
Si eres una persona de "queja fácil", entonces te sugiero que busques alternativas para reducir la asiduidad de esta conducta.
¿Listo para la acción?
Vamos a ver 4 maneras prácticas de ser consciente sobre tu nivel de queja y convertirla en un aumento de productividad en tu vida personal y profesional:
1# MONITORIZA LAS VECES QUE TE QUEJAS
La persona quejosa no suele ser consciente de su actitud. Y mucho menos todavía de los efectos devastadores que tiene para ella y para su entorno el hecho de permanecer quejándose bajo cualquier circunstancia.
Es de vital importancia empezar por tomar consciencia sobre nuestro nivel de queja, este es un paso imprescindible si queremos reconducir nuestras quejas e incrementar nuestra productividad.
Para hacerlo no es necesario buscar el máximo nivel de sofisticación tecnológica, con un trozo de papel o con un post-it será más que suficiente.
Los únicos registros que haremos son: hora y motivo de la queja.
Haremos el mismo ejercicio durante una semana completa. Lo puedes hacer más o menos tiempo, pero la captura semanal de las quejas suele ajustarse bastante a nuestras rutinas.
Importante: anotaremos todas las quejas tanto en el ámbito personal como profesional
Una vez hayamos realizado el experimento de contar nuestras quejas durante una semana, entonces observaremos los registros y nos plantearemos las siguientes 3 preguntas:
¿Te ha sorprendido el número de quejas? ¿Por qué?
¿Crees que es una actitud circunstancial o ya lleva tiempo integrada en ti?
¿Cuál es el motivo principal de tus quejas diarias?
Estas preguntas sólo las tienes que responder una vez termines el registro semanal, sobre todo para que puedas reflexionar y hacer introspección sobre cuál es tu nivel de queja y por qué estás actuando de esta manera.
Cuando hayas analizado tus propios datos sobre la intensidad y el volumen de tus quejas, te planteo el siguiente experimento social. Si crees que te puede ayudar, haz que otra persona conocida (familiar, amigo…), haga el mismo ejercicio durante 1 semana.
Cuando esta persona haya obtenido sus datos y haya contestado a las 3 preguntas que hemos citado antes, tomad un café/té para compartir las impresiones y las reflexiones.
Durante esta conversación distendida y con el objetivo de mejorar el auto-conocimiento, preguntaros mutuamente las siguientes 3 nuevas preguntas:
¿Qué consigo personalmente cada vez que me quejo?
¿Cuántas quejas has escuchado hoy de tu entorno?
¿De qué nos hemos quejado durante esta conversación?
Si durante la conversación te has descubierto criticando más al resto que buscando argumentos propios sobre tus quejas, es que entonces tienes que repetir el proceso entero de introspección.
Está bien, cada persona tiene su ritmo con su nivel de quejas. Eliminarlas de nuestra rutina no es un proceso ni fácil ni automático, aunque tomar consciencia sobre las quejas es el primer paso para cambiar nuestra forma de comunicarnos con el mundo.
Si te gusta experimentar con la tecnología, te recomiendo que le eches un vistazo a las siguientes aplicaciones para controlar tus quejas:
Mood Meter: ideal para regular lo que sientes en todo el momento del día, ya que mide tu estado emocional. Si estás agitado emocionalmente, tendrás muchos más números de quejarte a lo largo del día.
Happify: recomendada para gestionar los pensamientos intrusivos que terminan desembocando en posibles quejas. La herramienta además dispone de juegos basados en ciencia para recuperar el ánimo y gestionar la intensidad emocional de una situación poco agradable.
2# OBSERVA DESDE DÓNDE NACEN ESAS QUEJAS
Una de las últimas preguntas del punto anterior, era justamente ‘el motivo principal de tus quejas diarias’. No tiene por qué haber una sola causa, pero sí es bastante habitual que un motivo predomine sobre los otros.
Toda queja tiene origen en una pequeña batalla personal, alguna percepción de nosotros mismos con las que nos sentimos incómodos. La queja sólo es el vehículo en el cual canalizamos nuestra frustración mediante una crítica negativa a tus colaboradores.
La mayor parte de las quejas suele originarse en base a tus creencias, es decir, las ideas preconcebidas que tenemos sobre nosotros mismos y sobre nuestro entorno.
Cada vez que lances una queja a otra persona, párate un momento a reflexionar y trata de identificar qué emoción estás sintiendo. Fíjate en qué parte del cuerpo sientes esa intensidad emocional y luego trata de ponerle nombre a lo que estás sintiendo (rabia, alegría, frustración, ansiedad, miedo...).
Después de realizar esta breve pero poderosa introspección emocional, piensa en qué situación ha originado que te saliera esa queja. Si por ejemplo ahora mismo estás sintiendo rabia, identifica cuál crees que fue la situación con la que empezó todo.
Ejemplo: sientes rabia porque tus compañeros en el equipo no reconocen tu trabajo. De hecho, la situación concreta fue que ni siquiera te dieron las gracias por el trabajo que hiciste para la propuesta de un cliente con el que trabajaste semanas en diseñar y completar.
Esta rabia no sale de esta situación sin más, sino que realmente hay un sistema de creencias que nos inclina a pensar y sentir de esta manera. ¿Qué creencia está detrás de cada emoción?
Si seguimos con el mismo ejemplo anterior, podemos intuir que esa rabia proviene de una forma concreta de entender las relaciones en el trabajo. Si bien es cierto que existen muchas creencias que pueden desencadenar la emoción de la rabia, imagínate que una de tus creencias principales es que "todo el mundo debería ser reconocido siempre por su (buen) trabajo".
Con las creencias hemos topado. O mejor dicho, con las creencias absolutas. Fíjate que esta creencia no admite margen, es un todo o nada. Si cuando me esfuerzo la gente no reconoce mi trabajo, es muy probable que sienta rabia y lo termine expulsando en forma de queja. No damos lugar a otras posibilidades, con lo que la emoción dominante siempre será muy parecida.
Y ahí es donde viene la interpretación que hacemos nosotros de esa situación. Las creencias nos 'ayudan' a posicionarnos ante una situación, aunque esta última siempre sea neutra. Esa mirada particular a todas las situaciones parecidas provoca que nuestra mente saque conclusiones que nos pueden llevar a sentir emociones poco agradables.
En el caso del ejemplo podría suceder lo siguiente: cada vez que me esfuerzo laboralmente y no obtengo ningún tipo de reconocimiento, interpreto que esta situación es muy injusta y que no tiene en cuenta a la persona que ha batallado por lograr sacar adelante el trabajo (en este caso tú). Esta interpretación no es casual, sino que tiene su origen en la creencia que hemos citado anteriormente ("todo el mundo debería ser reconocido siempre por su (buen) trabajo").
Ahora ya tenemos la ecuación emocional completa o, al menos, nos permite mirarla con una perspectiva diferente para ser conscientes de por qué nos quejamos tan a menudo cuando suceden situaciones similares. Este ejercicio es muy potente para redefinir cualquier creencia que nos hace experimentar emociones desagradables.
Llegados a este punto: ¿qué podríamos hacer? ¿cómo podríamos 'evitar' no sentir tanta rabia cada vez que se produzca una situación parecida?
La respuesta no está tanto en evitar, sino en gestionar. Todas las emociones existen por una razón, ya que todas nos permite aprender sobre nuestro entorno y sobre nosotros mismos. Así que la rabia es un excelente maestro, por lo que nos será muy útil para comprender muchos comportamientos que nos molestan o que nos incomodan.
Siguiendo el mismo caso expuesto, la primera decisión que deberías tomar es si quieres disminuir la intensidad emocional de la rabia que sientes. Si ya te parece bien sentirla y no te genera malestar, entonces puedes permanecer como hasta ahora. Está bien. Si por lo contrario consideras que esa rabia te impide vivir en paz y sí te genera malestar, entonces la clave está en abrir la creencia tan cerrada que tienes ahora mismo.
Cuando hablamos de abrir la creencia actual no significa que tengas que pensar lo contrario de lo que piensas ahora. En el caso de la creencia "todo el mundo debería ser reconocido siempre por su (buen) trabajo", date cuenta que existen 2 absolutismos que provocan rabia y frustración sí o sí. Uno es "todo el mundo" (no dejas margen para que nadie haga lo contrario), y el otro es "ser reconocido siempre" (donde tampoco dejas opción para que haya otro tipo de actitudes).
En ambos absolutismos no dejamos lugar a otras interpretaciones, por lo que cada vez que se produzca una situación en la que nadie valore tu trabajo, sentirás rabia sí o sí. Mi propuesta es que intentes relativizar tu creencia y la flexibilices. En vez de pensar que "todo el mundo" debería valorar tu trabajo, quizá puedes pensar que sólo lo hará el 80%. Ahí dejas margen para que un 20% de personas, finalmente se decidan por no valorar nunca tu esfuerzo. Cuando comprendes que hay un número de personas que jamás van a valorar tu trabajo, entonces empiezas a disminuir la intensidad emocional de la rabia cada vez que te encuentres con una situación parecida.
Este pequeño cambio te permite ver todas esa situaciones de ingratitud de otra manera, en vez de estar sufriendo y quejándote todo el día. El porcentaje que elijas al final es anecdótico, ya que la idea es que al final entiendas que en esta vida puede haber de todo (saber el porcentaje exacto sería muy complicado y dependería de la percepción de cada persona).
La vida es muy sabia y sabe perfectamente lo que hace. Ella te pondrá la misma situación tantas veces como sea necesario, para que puedas abrir la creencia y empieces a sentir menos rabia, que te sientas con más paz. Esto sólo se puede entrenar con la práctica, la parte teórica sólo es el primer paso para tomar consciencia y lograrlo.
3# DISEÑA UN PLAN ANTI-QUEJA CON TU EQUIPO
Antes de diseñar cualquier plan anti-queja con tu equipo (o de cualquier otro tipo), es importante entender, compartir y respetar la situación actual del nivel de quejas entre los compañeros.
Este objetivo puede parecer una obviedad, aunque lo cierto es que tendemos a etiquetar fácilmente a las personas que muestran ciertos comportamientos relacionados con la queja.
Entender que hasta ahora quizá no éramos suficientemente conscientes del nivel de quejas del equipo, y que por eso queremos elaborar un plan para reducir su frecuencia.
Compartir las situaciones que se han producido hasta ahora y cuáles eran las causas que provocan las quejas del equipo. Compartir no implica juzgar, sólo conocer el alcance de las conductas que queremos modificar y saber más de las emociones de nuestros colaboradores.
Respetar que no todo el mundo es (o era) consciente de su nivel de quejas hasta que no se pone sobre la mesa la necesidad de abordar estas situaciones, sobre todo para no juzgar a los miembros del equipo que se han quejado más que el resto. Si empezamos juzgando, el plan anti-quejas será un despropósito total.
Estos 3 factores implican un trabajo previo con el equipo, no se trata de reunirse 15 minutos un día y elaborar un plan anti-quejas sin más.
Aquí van 2 estrategias prácticas para controlar el nivel de quejas y mejorar la productividad de tu equipo:
a) Ritual de autocontrol: antes de abordar cualquier situación, es preferible empezar por los comportamientos que ya se están produciendo. Este ritual de autocontrol consiste en gestionar todas las quejas automáticas que nos salen mediante 3 hábitos muy sencillos para controlar lo que diremos.
Este ritual empieza por el cuerpo, es decir, para que tú mismo te indiques cuando estás a punto de soltar una queja. En ese preciso instante, haz presión o mueve una parte de tu cuerpo para indicarte que estás al borde de la queja. Ejemplo: apretar el labio, apretar el puño, mover un pie, breve flexión de rodilla... ¿Cuál se te ocurre a ti?
La segunda parte del ritual tiene que ver con respirar, acción necesaria para sosegar nuestro cuerpo y tomar consciencia de nuestro comportamiento. No hace falta que sean respiraciones profundas, simplemente que te ayuden a parar y que te centres sólo en ellas.
La tercera y última parte del ritual es la pregunta, sustituyéndola en este caso por la queja que sueles hacer. En vez de dejarte ir y soltar tu queja habitual, hazle una pregunta a la persona que tienes delante sobre la situación que ha sucedido o que te ha explicado. Procura que no sea una pregunta acusatoria (que en el fondo sería una queja encubierta), sino una pregunta abierta para conocer más información y conectar emocionalmente.
b) Convierte las quejas en acciones productivas: las quejas suelen ser poco efectivas, y encima generan conflictos emocionales que pueden perdurar en el tiempo. ¿De qué manera las podríamos convertir en productivas?
Toda queja esconde una insatisfacción, que puede ir asociada a 3 elementos distintos: la forma de ser de una persona, los resultados de una tarea concreta, o los procedimientos para realizar una actividad profesional.
El primer elemento. En el caso de las quejas sobre la forma de ser una persona, estas son las que deberíamos evitar siempre que sea posible. Este tipo de quejas suelen generar mucho resentimiento, aparte que no ayudan a mejorar la productividad en ningún aspecto. En este caso es preferible trabajar los conflictos internos con un profesional externo.
El segundo elemento. Cuando nos referimos a las quejas sobre una tarea en concreto, en general solemos hablar de las expectativas que tenemos sobre cuál es el resultado ideal que esperamos de esa misma tarea.
Pongamos por ejemplo que un miembro del equipo tiene que enviarte el borrador de una conferencia para que tú la termines de retocar a nivel estético. Al recibir la conferencia te das cuenta de que faltan partes de la presentación, y que además calidad de la misma deja mucho que desear.
En este caso (y sintetizando mucho) tienes 2 opciones: o quejarte de cómo hizo la tarea tu compañero/a o buscar una solución. En el caso de que decidas tirar por la segunda vía, tienes muchísimas maneras de maniobrar la situación. Puedes proponerle una breve reunión para marca unos criterios básicos antes de enviar cualquier presentación, puedes realizar seguimiento más a menudo y no esperar al último día, puedes enviarle los puntos que tendría que tener la presentación cuando se haga la fase inicial del proyecto... no será por alternativas ¿verdad?
El tercer elemento. Cuando hablamos del procedimiento nos referimos a la forma de hacer una tarea. Más que en el resultado final de la misma, aquí lo que buscamos es la manera concreta (metodología) para llegar a un objetivo.
Hay muchas formas de contactar a un cliente para conseguir la primera reunión comercial. Hay profesionales que lo harán a puerta fría, otros preferirán contactar primero por LinkedIn y después buscar ese primer contacto, algunos incluso querrán asistir a un evento de networking presencial para poder entablar una primera conversación.
Si no estás de acuerdo en la forma que lo hace un compañero/a, es muy probable que la queja te salga con facilidad. Si tu objetivo es evitar la queja y buscar soluciones, se puede pactar un plan conjunto para contactar con clientes en base a los valores de la empresa. Imagínate por ejemplo que en tu empresa el valor de las relaciones tiene un peso muy elevado, entonces quizá sea una buena opción optar por los eventos de networking para iniciar las primeras conversaciones con los clientes. Si hay un criterio común es mucho más fácil gestionar este tipo de situaciones.
Esto obviamente no quita que se puedan hacer las cosas de forma distinta, pero siempre es bueno tener una base compartida con el equipo para tener una misma estrategia comercial. Así se pueden evitar muchos malentendidos y muchas quejas que nos alejan de la máxima productividad.
4# NO TE SOBRE-JUZGUES POR TU COMPORTAMIENTO QUEJOSO
Este punto lo he introducido adrede para no apresurarnos en cambiarlo todo.
Después de leer un artículo así, uno ya está pensando en cómo puede reconducir su actitud e intentar ser una persona que se queje menos.
Déjame decirte algo antes de empezar este proceso.
Está bien quejarse en algún momento de tu vida. No hay que rasgarse las vestiduras, todos seguramente lo hemos hecho en alguna situación.
El tema es qué hacemos con estas quejas. Tenemos muchas opciones, desde persistir con nuestra actual actitud hasta eliminarlas por completo de nuestros comportamientos.
Todos los cambios drásticos no suelen traer buenos augurios, así que busca el equilibrio que te permita iniciar un camino de auto-conocimiento y que posteriormente mejore tu relación con la queja.
Tampoco se trata de dejar de quejarse mañana mismo, lo importante es comprender por qué lo estás haciendo y qué motivo te conduce a intentar eliminarlas de tu vida.
Con o sin quejas, seguirás siendo una persona fantástica, eso no lo dudes. Ahora ya tomaste consciencia, el resto sólo es práctica y persistencia.
En un entorno laboral donde todos los cambios se producen de una forma híper-acelerada, quizá invertir nuestro tiempo en quejarnos constantemente no nos ayuda a surfear la ola de la 4a revolución industrial.
¡Ahora es tu turno! ¿Eres más de queja patológica o terapéutica? ¿Cómo llevas tu relación con las quejas? ¿Eres de quejarte mucho o por lo contrario intentas evitarlo a toda costa? ¿Qué estrategias sueles seguir para no quejarte tanto? Déjame tus impresiones en el apartado de comentarios : ) ¡1000 gracias!
¡Un abrazo!