NO ME MIRES DEMASIADO QUE ME DESCONCENTRAS
Este artículo es una distracción… ¡y lo sabes!
Pero bueno, ya que has entrado hasta la cocina, te invito a que le eches un vistazo al maravilloso mundo de la concentración (o, mejor dicho, de la desconcentración).
Comparto contigo algunas frases habituales que tal vez te resulten familiares en tu entorno laboral:
Mis compañeros/as no paran de desconcentrarme... ¡son unos pesados!
Tanta notificación en el teléfono es insufrible, no me puedo concentrar
Hay tantas buenas publicaciones en Internet que no puedo parar de consumir contenido
Me encanta consultar las noticias, necesito estar actualizado a todas horas
Tengo que estar todo el rato pendiente del correo, no vaya a ser que me caiga una urgencia
Creo que hoy no tengo el día, voy a ver qué se cuece en la red a ver si me despejo
¿Te has descubierto alguna vez pronunciando alguna de estas frases?
Todas estas situaciones se pueden resumir en un estribillo de una conocida canción:
“No puedo vivir ni contigo ni sin ti” (I can’t live with or without you)” – U2
Parece que muchas interrupciones vienen de fuera, cuando en realidad la gran fuente de desconcentración eres tú mismo. ¡Así de claro!
Con esta frase no me gustaría decirte que tú eres el responsable de todo lo que ocurre, pero sí que tienes una incidencia muy notable en todo lo que se refiere a las interrupciones.
Aquí no se trata de conocer la mejor técnica de concentración del mercado, sino entender qué nos motiva a desconcentrarnos y si podemos incidir en la raíz de lo que nos sucede.
Hay un par de datos demoledores que nos arroja la Neurociencia:
Cada 6 segundos tu mente se va y desconecta: cada muy poco tiempo tu mente desconecta después de unos pocos segundos. 6 segundos. Este fenómeno es lo que se conoce como “momentos de micro-consciencia”. No es que tu mente quiera abandonarte sin más, todo tiene una explicación. Ahora viene el siguiente dato donde todo queda más claro.
El 50% del tiempo no estás presente: tu mente simplemente vaga por el espacio sideral. Tu cerebro necesita recuperar energía para seguir concentrado, es un requerimiento básico para tener la energía suficiente para aguantar toda una jornada laboral. Por ese motivo tiene que desconectar, ya que permanecer activo consume muchísima energía.
Todo esto es ciencia, aquí no hay mucho más que decir.
Ahora bien… ¿qué motivos reales se esconden tras nuestra falta de concentración? ¿Es todo tan mecánico como nos dice la neurociencia?
LA SORPRENDENTE VERDAD SOBRE POR QUÉ NO TE CONCENTRAS
Concentrarse o no es una decisión personal.
Tú eliges en cada momento a qué le prestas atención; eres la única persona que puede escoger si quiere distraerse o no.
La atención es un músculo que se puede fortalecer en la dirección que tú elijas. Si has decidido abandonar tu atención en el calabozo de las distracciones, entonces es muy probable que claudiques ante cualquier estímulo que despierte tu interés (por insignificante y poco valioso que te resulte).
Eliges más cosas de las que parece, aunque tú creas que en realidad te están escogiendo a ti.
Fíjate en todos los elementos que te envuelven que dependen de ti: entorno, personas, objetos, presencial digital, WIFI… ¡y una larga lista!
Es verdad que muchas veces no tienes un 100% del margen de maniobra, pero sí puedes elegir con qué y con quién te gustaría prestarle atención. La intensidad la marcas tú, otra cosa es que te hayas dejado llevar por las circunstancias y creas que tu vida no depende de ti (nada que objetar si lo piensas de esta manera).
Hay elementos incluso más fascinantes e inconscientes: incluso la simple presencia de un teléfono móvil ya es motivo de desconcentración. Ya no hace falta ni que toques la tecnología, ella misma se encarga de desconcentrarte telepáticamente.
Te presento 3 errores evitables que minan tu maltrecha concentración:
1# SIENTES QUE TIENES POCA SENSACIÓN DE CONTROL
Tu ego y tu cerebro son primos hermanos en muchas cosas: a ambos les encanta el placer y no son demasiado partidarios del cambio. La estabilidad es su mejor seguro de vida.
Ahora bien, tu ego tiene un punto “perverso” que lo diferencia claramente de tu cerebro: tiene la capacidad de recordarte en todo momento que no estás haciendo lo que deberías. Tu cerebro es mucho más primitivo y “bonachón”, sus acciones tienen que ver con la simple supervivencia.
Ejemplo 1: imagínate que estás trabajando en algo que no te gusta nada. Al cabo de pocos minutos, tu ego vendrá a visitarte para decirte (de malas maneras) que deberías estar haciendo lo que te gusta, y con eso empezarán tus dudas y parloteo mental. Este parloteo es una fuente inacabable de distracciones, muchas veces inconscientes.
Ejemplo 2: imagínate que estás compartiendo un café en el trabajo con alguien con el que no tienes ningún tipo de afinidad. Es probable que más tarde tu ego te recuerde que tal vez deberías mejorar la calidad de tus relaciones personales, con lo que volverás a iniciar una conversación contigo mismo muy interesante para analizar a tu entorno más cercano.
Este parloteo no es inocuo, ataca frontalmente tu nivel de concentración.
Todo esto se produce porque tu ego no soporta que estés eligiendo “lo que no debería estar haciendo”, y como consecuencia tu mente se dispersa.
Y lo más curioso es que, tu ego, tiene más fuerza cuando más energía tienes (si eres una persona matutina, entonces sería por la mañana).
Es por este motivo que, si no te gusta tu trabajo, lo que suele ocurrir es que por la noche te pones al 100% con lo que realmente te gusta, sobre todo porque tu ego se ha quedado sin energía para recordarte lo que deberías estar haciendo.
Aquí tienes un par consejos para obtener mayor sensación de control:
Convierte tu hobby en tu trabajo: este consejo tan manido también tiene su base en la neurociencia. Ganarle la partida a la desconcentración es indispensable para tomar las riendas de tu vida, y haciendo un trabajo que no te guste es un acelerador de la dispersión. No sólo estarás mejor contigo mismo, sino que te ayudará a tener una relación más saludable con tu entorno más cercano. La energía está vinculada totalmente con el amor, por lo que toda insatisfacción es un generador de distracciones.
Reclama tu autonomía: no tener control sobre lo que haces es un gran disparador de la desconcentración. Cuando sientes que tu trabajo está excesivamente supervisado y que prácticamente no tienes margen para controlar la situación, es muy probable que tus pensamientos te aboquen a no estar concentrado con lo que haces. La novedad en todo lo que haces estimula tu cerebro y favorece la concentración.
2# HACES LO ÚLTIMO QUE TE LLEGA (SESGO DE CERCANÍA)
Nos encanta tener la sensación de que estamos a la última. Con todo.
En tecnología, en moda… y también en lo que se refiere a nuestras tareas.
Preferimos hacer las últimas tareas que nos llegan porque creemos que son más actuales y por lo tanto más importantes.
¿Dónde está escrito que lo más actual es lo más importante?
Esta falsa creencia de urgencia te lleva a abandonar, en muchas ocasiones, otras tareas más relevantes que tenías que hacer algunos días (semanas o meses) antes.
Ejemplo: sabes que tienes que terminar un informe que lleva atascado mucho tiempo en tu bandeja de entrada, pero sin embargo prefieres centrarte en los últimos correos que llegan y en una petición poco importante de un cliente. El día siguiente sigues haciendo lo mismo, y tu mente sigue murmurándote que deberías cambiar tu perfil de LinkedIn.
A medida que realizas las últimas tareas que te llegan, vas acumulando en tu cerebro muchas tareas pendientes.
Y esas tareas pendientes son un gran problema para tu concentración, sobre todo si te desentiendes de ellas y no las tienes anotadas en ningún sitio.
Un par de trucos para evitar caer en el sesgo de cercanía:
Las tareas rutinarias también cuentan: planificamos las semanas como si siempre estuviéramos en modo súper-héroe, cuando realmente sabemos que nuestra energía languidece a lo largo del día y de la semana. Se calcula que más del 60% de las tareas que realizas hoy también las harás mañana, por lo que es importante saber de antemano con el tiempo que cuentas (no calcules más de 2 horas diarias). Mirar el email, revisar la agenda, o comprobar las métricas, son tareas diarias que muchas veces no tenemos en cuenta, pero que al final del día van restándote horas disponibles.
Las urgencias tienen muy poco peso real: nos encantan las urgencias porque nos hacen sentir vivos e incluso queridos, pero si nos paramos a analizarlas de verdad observamos que, en general, la gran mayoría de urgencias no existen. Se estima que sólo el 1% de las tareas son urgentes de verdad, mientras que todo el resto autodenominadas urgentes sólo son “tareas con un supuesto carácter urgente”. Vaya, que esa urgencia es una percepción 100% subjetiva sólo para el que las envía. Las urgencias, como seguro que ya habrás adivinado, son una enorme arma de desconcentración masiva.
3# TUS IDEALES VIPERINOS TE DELATAN
Este punto te va a encantar porque es el más subconsciente de todos.
Tendemos a pensar que la causa de nuestra distracción es debido a causas visibles, cuando la gran mayoría están escondidas bajo las entrañas de nuestra mente.
Estas causas visibles son atribuibles a muchos factores: tecnología, personas, ruido de fondo, interrupciones, imposiciones…
¿Hay quizá algo más “invisible” que realmente atenta contra nuestra concentración?
Hay ideales que nos corroen por dentro. Nos dilapidan la concentración y nos generan montañas rusas emocionales.
No son ideales fáciles de ver, pero sí resultan bastante visibles sus catastróficas consecuencias.
Hablamos de cosas tan sencillas como la rabia que te puede generar el éxito ajeno de un compañero/a de trabajo, o la película de la súper-producción de Hollywood que tienes en mente sobre cómo debería ser tu vida.
Ejemplo: resulta que en tu departamento un compañero/a tuya ha logrado un ascenso. Piensas que tienen mucha suerte y que seguro que ha hecho “algo ilícito” para conseguirlo. Empiezas a sentir rabia porque consideras que es una injusticia, pero cada día de reojo te alimentas de artículos sobre lograr un ascenso con velocidad ultrasónica.
Como puedes ver en este ejemplo, hay ideales que nos hacen consumir mucha energía mental. No sólo porque nos generan una gran insatisfacción vital, sino porque estos pensamientos rabiosos nos provocan un claro descenso en nuestra concentración.
Un par de recomendaciones para mitigar la intensidad de estos ideales viperinos:
Haz las paces con el mundo: sé que no es una misión nada fácil, pero deberíamos alegrarnos de que a otras personas les vaya bien, porque esto significa que te irá bien a ti también. Hay demasiado rencor invisible en el mundo, y al final la única persona que lo sufre eres tú. Tú eres el máximo responsable de sentir esa rabia, pero también el mayor “gestor emocional” para darle otro sentido al éxito de los demás.
Sentir rabia reduce tu capacidad de autocontrol emocional: estar enfadado con el mundo es un síntoma de inmadurez emocional, no solamente porque tu entorno más cercano pagará las consecuencias, sino porque has aceptado que el desgobierno emocional sea quien dirija tus decisiones. Es natural sentir rabia, por supuesto, pero esta misma rabia no debería resultar un impedimento para estar concentrado en lo que te acerca hacia tus objetivos más importantes.
¡Ahora es tu turno! ¿Eres una persona que se distrae mucho en general? ¿O por lo contrario te resulta bastante sencillo concentrarte? ¿Cuáles son tus técnicas favoritas para aumentar tu concentración? ¿Hay algo en concreto que suele distraerte de forma habitual? ¿Por qué crees que lo consigue? Déjame tus impresiones en el apartado de comentarios : ) ¡1000 gracias!
¡Un abrazo!